
Sade
Enfrentarse a la lectura de la obra del marqués de Sade (1740-1814) implica descender hacia la mazmorra más infecta de la historia de la filosofía. Irreverente y revulsivo, Sade como filósofo desarrolla una visión del mundo que resulta intolerable para la mayoría de las figuras hegemónicas de la disciplina: nada existe en el universo más que el puro mecanismo ciego de la materia en movimiento. Se trata de un todo increado donde la noción de Dios no tiene lugar, ya que esta no es más que una ficción estúpida cuyo éxito da cuenta de la debilidad psíquica de la humanidad. Si bien para fines del siglo XVIII, la conjunción entre materialismo y ateísmo ya había sido planteada, el marqués radicaliza la posición de sus predecesores y convierte ese materialismo ateo en una filosofía amoralista y anti-jerárquica, que dramatiza a través de sus tramas crueles y obscenas. En ello consiste justamente su revuelta: en haberle dado vida al amoralismo, articulándolo en sus escritos como una filosofía triunfante.
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